Atrapados por la pasión by Christine Rimmer

Atrapados por la pasión by Christine Rimmer

autor:Christine Rimmer
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2013-06-30T22:00:00+00:00


Capítulo 8

Willa tenía los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza ladeada. El sol de primera hora de la tarde despertaba reflejos de bronce en su cabello color café. Esbozó una lenta sonrisa.

—Lo sabía.

Collin la miró y trató de parecer molesto.

—¿Qué sabías?

—Que ibas a intentar escabullirte sin decirme nada. Eso no es muy amable por tu parte, Collin.

—Si te lo dije. Te lo dije anoche.

Ella apretó los labios.

—Y yo te dije que iba a ir contigo —se apartó del coche y estiró la espalda—. Así que aquí estoy.

La bolsa de ropa de Collin crujió cuando la dejó en el suelo. Estaba tratando de ignorar el rápido latido de su corazón, la ridícula oleada de felicidad que sentía. Willa quería ir realmente con él.

Pero tenía que centrarse en el objetivo: conseguir que abandonara la idea y volviera al parque.

—No. Es una mala idea. ¿No se supone que tendrías que estar en el parque dando clase?

—Shelby Jenkins me ha sustituido. Voy a ir contigo, Collin. No insistas.

Él apretó los dientes.

—No tenía pensado volver hasta mañana.

—Me parece bien. He traído mis cosas. Y tienes cuarto de invitados. Todo está bien.

—No te engañes, Willa. Si vienes a pasar la noche a la montaña conmigo, todo el pueblo hablará de ello cuando vuelvas. El chico malo de los Traub y la maestra de infantil.

Ella se rió. Como si aquello tuviera algo de gracioso.

—Estoy segura de que ya hablan de nosotros. Hemos estado prácticamente pegados desde la inundación. Y por si lo has olvidado, pasamos una noche entera juntos en la cuadra de mi padre y no se acabó el mundo.

¿Por si lo había olvidado? Nunca lo olvidaría. Y menos lo que había sucedido por la mañana. Su cremallera. La mano de Willa. Trató de mostrarse calmado y razonable.

—En aquel momento no teníamos elección. Era la cuadra o ahogarse. Pero esto, tú y yo juntos en la montaña… Willa apretó todavía más los labios.

—¿Qué te pasa a ti? De pronto actúas como si estuviéramos en el siglo pasado o algo así. Como si te preocupara mi reputación.

—Éste es un pueblo muy pequeño, Willa. La gente es muy conservadora. Lo sabes tan bien como yo.

Pero ella no estaba dispuesta a recular.

—Estás haciendo una montaña de un grano de arena. Todo el pueblo me conoce y me respeta. Nadie me juzgará por ser tu amiga. —Willa descruzó los brazos y los abrió—. De hecho, aparte de los Crawford, todo el mundo piensa maravillas de ti aquí, por si no te has dado cuenta.

—Eso no significa que no vayan a chismorrear.

—Oh, por favor, nunca te ha importado lo que diga la gente.

—Ahora sí.

—No te creo. Esto es lo que pienso: si de verdad no quieres que vaya contigo, si estás cansado de tenerme alrededor y deseas librarte de mí, lo entiendo. Pero puedes dejar toda esa historia sobre mi reputación, Collin Traub. Por favor, sé sincero conmigo.

Y, dicho aquello, dejó escapar el aire y volvió a apoyarse contra el coche, cruzándose otra vez de brazos.

—Maldita sea, Willa. —Collin se cruzó a su vez de brazos.



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